Para la agresión al continente, los imperialistas japoneses reclutaron forzosamente a más de 8 millones 400 mil jóvenes y adultos coreanos para mandarlos a los campos de combate y de trabajos duros, convirtieron a 200 mil coreanas en esclavas sexuales para sus uniformados y asesinaron despiadadamente a más de un millón de coreanos inocentes.
Sin embargo, el gobierno japonés incurre en las acciones viles de toda índole a fin de liberarse de la responsabilidad de liquidar sus crímenes del pasado, lejos de reconocerlos con sinceridad y arrepentirse.
Para colmo, justifica su historia criminal describiendo como "héroes" a los asesinos e infundiendo en las nuevas generaciones la idea ultranacionalista con la intención militarista de realizar su sueño de la "esfera de coprosperidad de la gran Asia Oriental".
En particular, el terrible ambiente de la sociedad japonesa donde predominan la xenofobia y la hostilidad anti-RPDC y anti-Chongryon (Asociación General de Coreanos Residentes en Japón) hace recordar aquellos tiempos de hace un siglo cuando los imperialistas japoneses emprendían la agresión a Corea.
Todas las víctimas coreanas de los crímenes del pasado y sus familiares están indignados por la conducta soberbia y anacrónica del país isleño que se enfrasca en realizar su ambición de reagredir a la Península Coreana nadando a contrapelo de la tendencia de la época sin sentir ninguna culpabilidad.
La liquidación del pasado de Japón es una obligación que corresponde al gobierno japonés tanto en vista del derecho internacional como en el plano moral y la responsabilidad histórica y estatal que debe implementar sin falta aunque se cambien las generaciones.
Cuanto más el gobierno japonés eluda la liquidación, tanto más se agrandará la cólera de la nación coreana que le cobrará mil veces más caro su precio.
